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    Ataque a la AMIA «marcó a Argentina de forma irreversible»

    «La camioneta está en marcha, se abre paso por calles con tráfico denso. Carga kilos de explosivos. Es una Renault Trafic, una camioneta tan común que casi nadie la recordará”, escribe Javier Sinay en su más reciente libro, «Después de las 09:53”, una reconstrucción meticulosa, no solo de ese 18 de julio de 1994, cuando un atentado en pleno centro de Buenos Aires causó 85 muertes y dejó más de 300 heridos, sino también del primer mes de investigaciones, sospechas y acusaciones, en una compleja trama relatada con singular acuciosidad.

    El atentado contra la AMIA es una herida abierta para la sociedad de Argentina, y sus repercusiones se sienten hasta la actualidad. Ejemplo de ello es no solo que se siguen publicando libros sobre el tema, sino también que la Corte Interamericana de Derechos Humanos condenó el 14 de junio a Argentina por su negligente investigación del caso, y que el Senado argentino aprobara hace una semana la declaración de duelo nacional para cada 18 de julio.

    «El atentado contra la sede de AMIA marcó a la sociedad argentina en varios aspectos. Uno de ellos es que demostró la discriminación y el antisemitismo que hay”, dice a DW Diana Wassner, miembro de la organización de familiares de las víctimas Memoria Activa. Para ella, «de alguna manera, la mayoría considera que este atentado les pasó a otros, a los judíos, pese a que, si bien fue un atentado antijudío, ocurrió en Buenos Aires y murieron argentinos  y algunos bolivianos”.

    Un sistema al desnudo

    Sinay, que revisó periódicos, revistas y archivos judiciales, además de entrevistar a 26 protagonistas y testigos, dice a DW que «el caso tiene mucha presencia mediática, todos los años. Se habla de él en las escuelas estatales, y en las judías sin duda”. Para él, esa permanente presencia tiene mucho que ver con la impunidad, pero también con el hecho de que lo ocurrido ahí, a medio camino entre Avenida Corrientes y la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires, en el corazón de la capital de Argentina, expuso al sistema completo.

    «El caso marcó a la sociedad argentina de una manera, yo diría, irreversible, porque dejó al desnudo las peores zonas, las negligentes, las corruptas, de los servicios de inteligencia, del Poder Judicial, del poder político y de la Policía”, sostiene el periodista. Se refiere no solo a las sospechas sobre la posibilidad de que «alguien poderoso” intentara evitar que avanzaran las investigaciones, sino también a que hubo fallas inexcusables que incluso valieron una condena de la Corte Interamericana de Derechos Humanos que Argentina reconoció sin reclamo alguno.

    «Es claro que la Justicia fracasó, es una causa muy manoseada que se ha usado políticamente con fines espurios”, apunta Wassner, quien lamenta que a nivel político «no hay reconocimiento de nada” de cara a los familiares de las víctimas. Ahora ellos esperan que «se cumpla con todo lo que la Corte Interamericana de Derechos Humanos ordena en la sentencia”, como la creación de un archivo histórico público del caso, la remoción de los obstáculos existentes para investigar lo sucedido y que se haga más transparente el acceso a la información, tanto para el público como para los familiares de las víctimas. Cabe recordar que Memoria Activa fue la organización que presentó la causa contra el Estado argentino ante la corte.

    «Argentina reconoce que las cosas no se hicieron bien, lo ha reconocido desde el Gobierno de Néstor Kirchner, y no hay duda ya de ese tema. La duda que hay es qué es lo que no se hizo bien”, señala Sinay.

    Otro atentado dos años antes

    Para la Justicia argentina, el grupo libanés Hezbolá fue el responsable del ataque por orden de Irán. Sin embargo, las posibles razones varían. ¿Fue porque Argentina envió dos fragatas a combatir en la guerra del Golfo, o para advertir a Israel por los asesinatos selectivos de altos mandos de la milicia libanesa? ¿Se buscaba dar un golpe contra Israel y Estados Unidos o castigar la suspensión de transferencia nuclear de Argentina a Irán?

    Lo concreto es que la comunidad judía argentina sintió el golpe fuertemente, en especial porque el ataque a la AMIA ocurrió dos años después de un atentado contra la embajada de Israel en Buenos Aires, que dejó 22 muertos y 242 heridos, un hecho del que se habla bastante menos. Ese atentado, dice Sinay, «había generado impacto, pero el de la AMIA fue más terrible, más grande y no fue contra territorio extranjero, sino contra una organización social comunitaria argentina”.

    Lo sorprendente es que, a 30 años de la masacre de la AMIA, no hay nadie condenado. La luz que da algo de esperanza es que, al ser considerado por la Justicia argentina «crimen de lesa humanidad”, el atentado es un delito imprescriptible que abre la puerta a que, en el futuro, se acabe la impunidad.

    (cp)/DW Actualidad

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