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    Florentino levanta el brazo de Mbappé al cielo de Madrid en una presentación apoteósica

    A las 12:47 horas apareció Kylian Mbappé, con la equipación del Real Madrid, en el estadio Santiago Bernabéu. Siete minutos después, en el remate final del discurso de Florentino Pérez, el presidente le cogió el brazo al francés y lo alzó al cielo de Madrid. Es la imagen del triunfo.

    Lo que parecía imposible se hizo realidad y el presidente del Real Madrid y la nueva estrella del equipo lo hicieron saber, con insistencia, en sus discursos. Los sueños se cumplen.

    Es un día histórico en el Real Madrid. A la presentación de Mbappé acudieron 80.000 personas en un estadio lleno, como si de un partido de fútbol, de los grandes, de la Champions se tratara. 

    La gente que asistió guardará la entrada como un tesoro. Ha sido un fichaje muy difícil de conseguir, ha habido que pelear contra los millones de Qatar, resistir y conseguirlo hasta que Mbappé quedó libre.

    Florentino levantó el brazo de Mbappé, pero bien podría haber sido al revés. El francés, que besó el escudo del Real Madrid, que dijo que «voy a dar la vida por este club» y agradeció a Florentino su confianza en él desde el primer día, podía haber sacado a hombros al presidente del estadio. 

    Les faltó dar la vuelta al campo, como si hubieran ganado un título porque, la verdad, en sus miradas, gestos y palabras hay demasiada complicidad. 

    Ninguno de los dos han tirado la toalla para llegar a este momento. Florentino se enamoró de Mbappé hace siete años, se lo pusieron crudo y perseveró.

    El presidente del Real Madrid no es Joan Laporta en los días grandes. El forofeo lo deja en el ámbito de lo privado. Florentino no exterioriza su euforia, no se desata ni en el día que presenta a Mbappé, su fichaje más difícil.

    Pero estaba hinchado, eufórico por dentro, radiante de felicidad y triunfante. Le hizo un buen lavado de imagen a Mbappé para los aficionados que todavía les cuesta perdonarle que les dejara tirados hace dos años.

    Florentino eclipsó a Mbappé en la presentación del francés. Fue más aclamado por los aficionados, aplaudido y coreado su nombre. 

    Hasta Mbappé hizo un gesto reverencial antes de subir al estrado en el que estaban el presidente y dos leyendas: José Martínez Pirri y Zinedine Zidane.

    «Ya estás aquí. Bienvenido a tu casa. Enhorabuena por haber conseguido tu sueño. No te has rendido y con tu fuerza de voluntad has conseguido superar todas las adversidades», le dijo el presidente al francés, a todo el Bernabéu, al mundo entero. Dejó bien claro que Mbappé es madridista y nació para jugar en el Real Madrid.

    Las lágrimas de la madre

    Mbappé, un tipo que ha ganado un Mundial, acostumbrado a jugar en escenarios de presión, a no ponerse nervioso, se le vio pequeño en el estadio en el que hace un mes y medio sus nuevos compañeros celebraban a lo grande la consecución de la decimoquinta Champions.

    Su intervención la cerró al estilo de su ídolo, Cristiano Ronaldo: «Uno, dos y tres. ¡Hala Madrid!». Tiene por delante cinco años, lo que ha firmado de contrato, y el reto de acercarse al legado que dejó Cristiano Ronaldo, el máximo goleador de la historia del club.

    La grandeza del Real Madrid, cómo sacó músculo en la presentación de Mbappé, quedó patente en los prolegómenos.

    En los videomarcadores se proyectaron las imágenes de las quince Copas de Europa, con sus respectivos héroes, y el mensaje dejó bien claro que el Real Madrid está por encima de cualquier futbolista. 

    A Mbappé, asombrado por el recibimiento, le acompañaron en el escenario la colección de Champions. A él se le pide ya la Decimosexta.

    La familia Mbappé, presente entre las personalidades, comprobó la dimensión del club, su grandeza, la leyenda de una historia mágica.

    Fayza Lamari, la madre y persona que guía la carrera de su hijo, de la que dicen que es dura y fría negociando, rompió a llorar. 

    Fue la imagen para poner el punto final a la presentación. Mbappé y brazo al cielo, levantado por Florentino, es un título en el que ha habido que trabajar mucho, nada sencillo y que una vez conseguido da para irse a celebrarlo a Cibeles.

    El Confidencial

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