El próximo 15 de octubre, la doctora Marisol Sandoval de Mora celebra 50 años de labor docente en la Universidad de Oriente, Núcleo Bolívar (UDO Bolívar), lo que ha significado toda una vida consagrada a la enseñanza de generaciones de profesionales en la medicina.
Su dedicación por la docencia universitaria es, y sigue siendo, una pasión que no esconde, la misma que siente por la medicina y la investigación científica. Su vida ha estado marcada de muchos logros, entrega, y sin duda, resonantes sacrificios.
Médico por circunstancias económicas
Esta destacada médico, por cuyas manos han pasado miles de alumnos y pacientes, nació en Ciudad Bolívar, el 07 de mayo de 1948, en el seno de un hogar humilde.
Su infancia y adolescencia transcurrió entre la ciudad capital, Guasipati y El Palmar. Cursó su bachillerato en el Liceo Tomás de Heres. Tras graduarse de bachiller se encontró en la encrucijada de lo que iba a estudiar, dadas las circunstancias económicas de su familia.
“Yo en realidad quería ir a Mérida a estudiar farmacia, pero un primo de mi mamá, médico, Serapio Marcano, le dijo un día, ´Nada de mandar a esa muchacha tan lejos, si en la esquina tienes la Escuela de Medicina, inscríbela allí, que estudie medicina”, relata rememorando ese momento, que marcaría su vida para siempre.
La casa de sus padres, estaba a una cuadra de la Escuela de Medicina, en Barrio Ajuro. “Estudie medicina, porque fue lo que se me presentó, y era la facilidad familiar y económica”, afirmó.
Recuerda con gratitud, que su papá ganó en las carreras de caballo, exactamente seis mil bolívares, y la mitad fue destinada para el pago del primer año de su carrera. En ese entonces, cursos básicos, se cursaba en la ciudad de Cumaná, estado Sucre.
“Con orgullo Udista”
Estando en el tercer año de la carrera se casa y tiene a su primera hija; y aunque fue un momento difícil, logró culminar sus estudios. En 1972 se gradúa como médico cirujano, integrando la sexta promoción de la UDO.
“Con orgullo de ser Udista”, comenta con emoción, y auto declarándose “hecha en la UDO, 100 por ciento”.
Inicialmente quería ser pediatra, pero medicina interna le abrió las puertas. Su camino profesional comienza a profundizarse cuando el 15 de octubre de 1975 asume como instructora de medicina, junto a su colega Francisco Bisignano, bajo la coordinación de grandes maestros de la medicina interna para ese entonces: Eduardo Yan, Valdemar Kisller, Luis Navarrete, Abigail Marín Velásquez, y otros.
Formándose en el Hospital Universitario Ruíz y Páez, surge la oportunidad de especializarse en infectología. “Yo ni siquiera sabía que era eso, porque aquí en Venezuela no estaba esa especialidad”, dijo. Pero, motivada por su mentor, Marín Velásquez, terminó por apasionarle. Con una beca de la Universidad de Oriente consolidó su carrera en esta especialidad.
Vocación docente
No estaba dentro de sus planes la docencia, sin embargo, al igual que le ocurrió con la medicina, el destino la colocó en las aulas de clases para compartir sus conocimientos y enseñanzas. “No quería ser profesora, pero descubrí que ser profesora es algo muy grande, de mucha satisfacción”, resalta emocionada.
Durante su trayectoria profesional ha sido coordinadora de postgrado, jefa de departamento, profesora de medicina II y III, además de semiología. Y aun estando jubilada continua impartiendo clases basadas en lo estudiando, experiencias vividas, casos clínicos reales e investigaciones médicas. Tampoco, ha dejado de recibir pacientes en consulta cada semana en el piso I del Hospital Ruíz y Páez.
¿Por qué ser investigador?
Para esta médico y docente, la medicina está intrínsecamente ligada a la investigación. “Ser médico va aunado a ser investigador”, asegura, y ejemplifica que si llegan varios pacientes con sintomatología común es preciso saber las razones.
Frente a los avances tecnológicos, sostiene que la medicina se apoya en ellos para un mejor diagnóstico para beneficiar al paciente. La Inteligencia Artificial bien usada, que siempre requiere de la dirección del humano, puede dar resultados satisfactorios. “La IA nunca podrá reemplazar al humano”, enfatizó.
A lo largo de su carrera ha enfrentado desafíos, pero cada “zancadilla o espaldarazo” la llevó a luchar más y vencer las dificultades. Por lo menos así lo sintió cuando presentó su primer trabajo de ascenso., y uno de los jurados le dijo que su trabajo, desde el titulo hasta la bibliografía, no servía para nada. “Ese día lloré mucho y me sentí muy derrotada. Y es probable que eso dejó en mí una huella, en el sentido de que tenía que ser un buen investigador”, dijo.
¿Qué significa para usted 50 años en la docencia universitaria?
Toda mi vida. Y lo he hecho con gusto, porque pienso que estoy en deuda con la Universidad de Oriente. “Me formó como médico, y después me abrió las puertas para ser profesora, investigadora, infectólogo y todo lo que soy ha sido gracias a la universidad”.
Estos 50 años en la docencia “han sido una experiencia muy bonita, haber tenido miles y miles de alumnos, haber enseñado, haber contribuido, y seguiré en esto, porque todos los días estamos pendiente de la docencia, de la educación de los jóvenes de pre y postgrado”.
Manifestó su gratitud a la UDO. “Estoy en deuda permanente con ella”. Ha sido madrina de tres promociones de médicos cirujanos, lo que significa que sus enseñanzas han llegado a sus alumnos, muchos de ellos aún le piden consejos, y le recuerdan que “gracias a que yo era exigente son buenos en su ejercicio médico, y son lo que son”.
¿Qué consejo le daría a las nuevas generaciones formándose en la medicina?
No soy de las personas que aconseja estudiar medicina. Cuando veo a las nuevas generaciones, sobre todo las jóvenes muy lindas, estudiando medicina, pienso que debieron estudiar carreras más fáciles, menos exigentes, y menos sacrificada, mejor pagadas, que les permita hacer más vida. Y esto no lo digo por egoísmo, sino porque para ser un buen médico se sacrifican muchas cosas de la vida, sobre todo la familia y los hijos. Es demasiado duro. La persona que está decidida a estudiar esta carrera debe formarse, prepararse y buscar los conocimientos, y hacer el acto médico con buen corazón y sentimiento; y muchas veces involucrarse con el paciente para ayudar a buscar solución a su enfermedad.
¿Cómo logró conjugar las facetas de médico, docente, investigador, esposa y madre?
No fue nada fácil. Significó sacrificar muchas cosas, y muchas horas con la familia, con mis hijas. “Siempre me decían, es feo que las mamás estudien medicina, y ninguna estudió medicina”. Tres hijas, una chef, una geóloga y otra ingeniera industrial, incluso la nieta es ingeniera.
¿Qué valores no deben perderse dentro de la práctica médica?
La moral y la ética. Se debe trabajar con estos dos elementos. No puede ser que el costo médico siempre esté por encima de la ayuda que se le debe dar al paciente. Hay pacientes que no tienen ni cómo pagar la consulta, y menos cumplir con los exámenes que se les indica. A veces hay que meterse la mano en el bolsillo para darle al paciente.
Si tuviera la oportunidad de volver años atrás, ¿qué consejo se daría a si misma?
No podía darme ningún consejo, porque todo dependía de la situación económica de mi familia. Éramos nueve hermanos, y no había mucho que exigir. Tenía que estudiar medicina. No había opciones. “Y si tuviera esa oportunidad, volvería hacer lo mismo, porque disfruto lo que hago”.
¿Cómo le gustaría que sus alumnos recuerden su legado?
Ellos (alumnos) ya lo saben. Y así me lo han demostrado a lo largo del tiempo. Me he dedique a formar las pasadas generaciones de médicos de la mejor manera, y preocupadas en formar a las nuevas, siempre encaminadas hacia la excelencia.
Con cuatro trabajos de ascenso, y cientos de libros, investigaciones, conferencias y seminarios, la doctora Marisol Sandoval de Mora, es un referente en el ámbito académico, médico y científico. Su legado es fuente de inspiración para las generaciones futuras de profesionales de la salud. (Carolina Maffia CNP Nro 9261/ Foto Yafi)/Prensa UDO Bolívar